Este año he permanecido inmersa en la confección de una obra muy especial para mí, ya que partió en septiembre de 2024, exactamente, de una invitación a participar como artista en una muestra colectiva de nombre ‘Ipuscoa 1025’ que ensalzara y recordara la aparición por vez primera de la palabra ‘Gipuzkoa’; fue hace mil años, en concreto, en un manuscrito hallado en la iglesia San Salvador de la localidad guipuzcoana de Altzo.
En cuanto pisé el edificio por vez primera me quedé maravillada de la iglesia, de la piedra, del retablo de madera, las medidas y proporciones… Me di cuenta de que era un lugar especial, un lugar que transmitía mucha paz a la vez que armonía y luz. Fue por ello que dije que sí a la invitación y me puse manos a la obra en la confección de un trabajo artístico adecuado a dicho edificio, a sus dimensiones y formas.
Lo primero que hice, por tanto, fue investigar su nombre: San Salvador de Horta, concretamente, su origen santoral. La idea me surgió enseguida, he sido fiel a la misma y me he quedado contenta del resultado; porque cabe destacar que nunca he trabajado por encargo, por tanto, ha sido un reto agradable, pero a la vez, exigente, ya que suelo necesitar tiempo para investigar, mirar y reflexionar sobre la pieza que deseo crear y en este caso no tenía sobrado tiempo.
Concretamente, la obra se titula ‘Estoy aquí. ¡Puedo volar!’ y consta de tres piezas o elementos. La idea surgió a partir de estudiar la vida de San Salvador, un santo que sanaba a las personas enfermas. Fue así como me vino la idea de partir de una obra que tenía ya realizada, porque la veía totalmente integrada en la iglesia. De hecho, con ese cuadro rápidamente toda la obra me vino a la mente, se construyó en mi interior muy nítidamente; sabía claramente que tenía que partir de dicha obra.
Por lo tanto, empecé partiendo del símbolo significativo de una iglesia, que es una cruz; aunque no deseaba que fuera una cruz al uso, como la que estamos acostumbrados a ver, pues quería que tuviera un sentido totalmente distinto. Fui bocetando la idea durante meses para terminar en lo que es, una cruz conceptual.
La obra, por tanto, está conformada para que se intuya una cruz, aunque haya sido construida con tres piezas. Esto es, la parte inferior es un cuadro azul, que representaría el firmamento, con su luz que ilumina, sería la sabiduría y el amor que no se ve; es de donde nos vienen los dones que cada uno trae integrados cuando nacemos. San Salvador sanaba a las personas enfermas, por lo que adonde llegaba se armaba mucha revolución de la cantidad de gente que iba a sanarse.
Por tanto, el cuerpo central serían las prendas de las que se despojan los enfermos y enfermas una vez sanados, despejados del dolor de la limitación; es decir, entre el cielo y la tierra. Por último, el tercer cuerpo, que sería el superior así como la obra primigenia en la que me inspiré, es una mariposa, que sería un nuevo renacer cuando volvemos a nacer una vez sanados y curados de nuestros males tanto físicos como emocionales.
Respecto a la exposición, pienso que la acogida de la muestra ha sido muy buena: la iglesia es muy especial y las obras están muy integradas en la misma; cada una de ellas, además, tiene su propia personalidad y todas son muy diferentes entre sí. Todas las obras conviven a la perfección en la iglesia.
La inauguración en Altzo fue concreta, detallada y entrañable, con un discurso muy unificado e integrador respecto a todos los artistas y su unión para con la exposición mediante cada una de las obras que se integran muy bien en este templo que ya es también del arte guipuzcoano.